martes, 11 de enero de 2011

ALEGRÍA INTERRUMPIDA

Hoy me siento triste. Este verano, el dios del fútbol al fin se dignó a señalarnos con su dedo caprichoso. Comenzó a hacerlo hace dos años. Los que sufrieron con el fallo de Cardeñosa, con el de Salinas y el codazo de Tassotti, y los que lo hicimos con el robo de Gandour, Tomusange y Ragoonath encontrábamos nuestra recompensa. Sí, desde este verano podemos decir que vimos a la Selección Española ganar una Eurocopa y un Mundial de Fútbol.

Pero parece que ni siquiera ahora la alegría puede ser completa. Ayer mismo, en una gala celebrada en Zúrich, Leo Messi era proclamado, como sabéis, ganador del Balón de Oro 2010, imponiéndose así a sus compañeros en el Barça, Iniesta y Xavi, en la votación final. Dos de los grandes motores de nuestra Selección. Uno, el máximo exponente del juego que nos ha llevado a la gloria, y que también lo ha hecho en su club hexacampeón; el otro, una mezcla de ambos, capaz de driblar en el área como Leo y de ver el fútbol con la misma claridad que Xavi. Eso que desde fuera se ve tan fácil. Y sobre todo, el autor de ese gol mágico gracias al cual una estrellita lucirá para siempre sobre el escudo de ‘la Roja’.

He de ser sincero. Mi candidato ideal era Xavi. Precisamente por lo que he dicho, porque es el verdadero cerebro de un fútbol de moda y que sólo el Barça y la Selección consiguen, siempre con él al mando. Y también tenía razones lógicas, ya que si el Balón de Oro quería premiar al mejor jugador del año, que no de la temporada, éste había sido más regular que los otros dos: Iniesta estuvo lesionado durante bastante tiempo en el recién extinto 2010 y Messi no apareció en el Mundial. Quizás no fue su culpa, pero ese ya es otro tema.

Yo realmente pensé que lo ganaría Iniesta. Y me basaba en un razonamiento por analogía: si Zidane se lo llevó en el 98 por sus dos cabezazos en la final del Mundial contra Brasil, si Ronaldo hizo lo propio en 2002 por su Mundial, y sin haber jugado durante toda la temporada, aún convaleciente de su famosa lesión, y si Cannavaro también lo consiguió en 2006 por su impresionante Mundial, Iniesta sería el vencedor por su sobresaliente Mundial y por haber sido el autor del gol de la final. Todos sabemos que esto vende mucho. Pero el año en que la historia se repite, sólo que esta vez con un español como protagonista, cambia todo. ‘La excepción que confirma la regla’, dirán algunos. Pues yo creo que es todo lo contrario, y que de nuevo se cumple aquello de que a los franceses les cuesta siempre mucho reconocer nuestros méritos. A Pereiro tardaron dos años en reconocerle su triunfo en el Tour tras la descalificación de Landis por dopaje, y a Rafa Nadal le ha costado tener que ganar cinco títulos de Roland Garros para ganarse, en parte, al público galo. Pero no quiero convertir esto en ese tipo de debate. Tan sólo quiero manifestar mis sensaciones, y por eso lo digo sinceramente, y no es que me cegara la esperanza de ver un nuevo Balón de Oro español después de cincuenta años, en ningún momento pensé que Messi pudiera llevarse el galardón.

Y ojo, no quiero decir con todo esto que el argentino no merezca el premio. Sería una barbaridad tachar el hecho de injusticia. Pero es que este año nos tocaba. Esta vez sí. Cuando parecía que todo estaba ya de nuestra cara, nos damos cuenta de que hay cosas que no cambian. O, al menos, que tardan más en cambiar. Nos toca otro ‘imposible’, como también lo eran los títulos con la Selección, así que esperemos que, finalmente, algún día podamos completar esta alegría. Un saludo amigos futboleros,

Manuel A. Ibáñez

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